Reseña: «Lestat el vampiro» (Anne Rice)

De la fantástica entrevista con el vampiro pasamos a Lestat el vampiro, la novela que asentaría la saga principal de Anne Rice convirtiéndose en el verdadero centro de su universo sobrenatural.

Una cosa importante antes de empezar con todo lo demás es que, aunque esto es una saga y se beneficia de leerlos en orden, es posible empezar directamente en Lestat. Os perderéis algunas cosas, por supuesto, pero se entiende bastante por sí solo. Aún más si habéis visto la película de la primera y no tenéis ganas de repetir información.

Soy el vampiro Lestat. Soy inmortal. Más o menos. La luz del sol, el calor constante de un fuego intenso, estas cosas podrían matarme. Pero también podrían no hacerlo.

Con este inicio soberbio, un guiño maravilloso a cómo se quedaron las cosas en entrevista, da el pistoletazo de salida la que es en mi humilde opinión una de las mejores novelas de toda la ficción vampírica.

Si para empezar Anne Rice nos dio un relato sobre el luto, enfrentarse al cambio y la apatía de la pérdida, en este nos sumergimos en la confrontación del artista con el arte, el significado del pecado y la definición de la moralidad y el destino.

El envoltorio escogido es el de una casa de espejos, un narrador ficticio que pretende ser autobiográfico y que empieza de manera directa rompiendo con una gran parte de lo que sabíamos hasta entonces gracias a la narración de Louis. Lestat es odioso, misterioso y atrayente de una manera extraña en entrevista, un monstruo de tomo y lomo. En su primer libro propio, sin embargo, es casi un mártir, una estrella del rock que si bien no niega sus malas conductas crea para sí mismo la imagen del héroe trágico.

Esto no significa que Lestat sea entrevista desde otro punto de vista, no. De hecho el tema ocupa un número reducido de páginas. Lo que tenemos aquí es la vida de este vampiro francés desde niño y, sobre todo, joven, en una familia de nobles venida a menos en los albores de la revolución. Continúa con su transformación, soledad y obsesiones hasta llegar al final del primer libro y darnos algunos detalles sobre su vida como estrella de rock.

Así Rice aprovecha para explicarnos las rarezas de Lestat, las contradicciones que para Louis eran inexplicables, y para mezclar a los personajes que ya conocíamos con otros nuevos igual de importantes y que no desmerecen en absoluto.

Os aviso, eso sí, de que esta novela no es autoconclusiva. La historia de Lestat hasta el que era el presente en ese momento termina. Lo que pasa es que lo hace justo hasta ahí, creando un gancho que une de manera directa con la reina de los condenados y que convierte estos dos libros en una suerte de bilogía.

Como siempre con Anne Rice tened en cuenta antes de decidir o no leerla que se va por las ramas muchísimo y sus personajes son histriónicos al extremo. Si disfrutáis esas características, los vampiros y el ambiente decadente creo que, incluso si no es el libro entero, vais a encontrar cosas que adorar. En caso contrario, si aún así tenéis curiosidad, os animo a echarle un tiento de todas maneras.

De adolescente yo no lo soportaba y aún así me gustaron mucho. Ahora ya me he hecho a su estilo, las digresiones constantes, los saltos a cosas que aparentemente no tienen mucha importancia, el estilo oscuro y denso y lo disfruto una barbaridad.

Si releer entrevista me vino en mi propio momento de luto y desesperación y me afectó de manera profunda con Lestat el vampiro he regresado a las preguntas primordiales de la adolescencia y a su impacto en la vida adulta. He sentido no simpatía hacia los personajes, más bien una conexión con el sentimiento de generaciones perdidas, de decadencia.

En fin, ha sido una gran decisión personal volver a esta saga pese a todos mis problemas con la autora.

Y vosotros ¿habéis leído las crónicas vampíricas? ¿os traen recuerdos adolescentes? ¿les queréis dar una oportunidad ahora?

Otras reseñas de la misma saga:

  • Autora: Anne Rice
  • Título original: the vampire Lestat
  • Traducción: Hernán Sabaté Vargas
  • Año de publicación original: 1985
  • Editorial: B de Bolsillo
  • ISBN: 978-8490707845
  • Páginas: 720
  • Precio: 9’95
  • Colección: Crónicas vampíricas (2/12)

Leer «la Rueda del Tiempo»: Robert Jordan, Harriet McDougal y Brandon Sanderson

La Rueda del Tiempo es, con diferencia, una de las sagas de fantasía épica más famosa. Aún así tiene muchas cosas en contra para alcanzar a una gran parte de lectores de género: son libros largos en una colección larga, el corte clásico echa para atrás a mucha gente que busca narrativas rápidas o más actualizadas socialmente y, además, la sensación de tener a un montón de gente juzgándote por no ser un verdadero fan de la fantasía en realidad no ayuda a mirarlos con buenos ojos. Teniendo en cuenta todo esto mi objetivo con esta serie de entradas es hacer una explicación sobre sus orígenes, qué es, qué polémicas vais a encontrar, el estilo, el cambio de autor, y cuáles diría yo que son sus puntos a favor. En las entradas introductorias como esta evitaré spoilers en todo momento y, si me meto en análisis de la propia obra, siempre irá avisado desde el principio de la entrada.

EL AUTOR: ROBERT JORDAN

La imagen es de este vídeo promocional de Tor

James Oliver Rigney Jr. nació en 1948 en Charlestone, Carolina del Sur. De su trayectoria previa a la escritura tenemos constancia, sobre todo, a partir de haberse alistado en el ejército estadounidense, acción que le llevaría a dos rondas en la guerra de Vietnam primero como artillero en helicóptero y después como sargento entrenando tropas. Del conflicto salió con varias condecoraciones: una cruz de distinción al vuelo, dos estrellas de bronce y dos cruces vietnamitas por valentía. No tengo ni idea de cómo se traducen este tipo de títulos así que si los he nombrado mal, disculpas.

Y ¿qué pensaba sobre la guerra de Vietnam? Pues es difícil decir algo categórico. En muchas entrevistas habla de sus experiencias y cómo han influido en su escritura. Son comentarios sobre cómo los soldados deben enfrentar un cambio moral, la supervivencia incluso cuando tienes que hacer cosas contra las que te han educado, o sobre su experiencia en el helicóptero disparando cuando veía cosas moverse sin saber qué eran.

Más específico es en su entrevista para Starlog en 1991, cuando acababa de publicar el segundo de la saga. Dice:

Sí creo que los personajes militares en mis novelas de fantasía son más realistas en cuanto a cómo son realmente los soldados, cómo se sienten respecto al combate, respecto a ser soldados, respecto a los civiles. Más allá de eso mi tiempo en Vietnam ciertamente ha afectado una especie de visión moral. No solo en base a lo que me pasó a mí, también en el abandono a unas personas que han arriesgado todo por nosotros. Empezó para mí en una búsqueda por la moral, en lecturas tanto religiosas como filosóficas, y en mi escritura. De nuevo, uno de los temas centrales en la Rueda del Tiempo es la lucha entre las fuerzas del bien y el mal. ¿Cuánto tiempo puede uno luchar contra el mal sin convertirse en el mal él mismo? ¿O mantienes la pureza a costa de la derrota del mal? Tengo cariño a decir que si la respuesta es demasiado sencilla probablemente has hecho la pregunta errónea.

Si buceáis en el gran catálogo de sus entrevistas veréis que, aunque defendía la existencia de males absolutos tanto en acciones como en personas (el nazismo o Stalin) también hablaba de las causas detrás de esa maldad sin excusar por ello lo anterior.

Lo que está claro es que consideraba importante defender los valores de las democracias occidentales y que deja ver por aquí y por allá un poco de lo que considera el mal menor. Todo, siempre, con esa búsqueda que podéis ver en el párrafo que os he citado arriba sobre qué es malo y qué hacemos para luchar contra ello. En qué nos convierte eso.

En una entrevista comenta su mujer que la rueda del tiempo empezó bajo la pregunta qué pasa si te dicen en el mismo momento que eres el salvador del mundo y que te vas a volver loco por ello. Creo que es una sentencia bastante autoexplicatoria.

Para mí ha sido profundamente desagradable leer sus anécdotas específicas y un shock en general, aunque reconozco que era de esperar por época que estuviese involucrado con esa guerra. Tengo muchas opiniones, ninguna viene al caso ahora mismo, pero también me ha ayudado leer sus propias disquisiciones al respecto.

Pero bueno, sigamos.

Rigney volvió de Vietnam y entró a una universidad militar, The Citadel, donde obtuvo en 1974 un título en física que le llevaría a trabajar como ingeniero nuclear para la marina. Mientras se dedicaba a esto una fuerte lesión en la rodilla desencadenó en una larga y aburrida hospitalización. Fue aquí cuando empezó a escribir.

Con su nuevo camino artístico empieza también el de los pseudónimos. Se adentró en varios géneros (como la novela histórica o el western) y para cada uno de ellos utilizó un nombre diferente. Robert Jordan se creó para su primer trabajo publicado de ficción especulativa, proseguir con la saga Conan de Robert E. Howard de la que sacó seis novelas y de la que editó autores posteriores.

Como dato curioso, en la misma entrevista de 1991 para Starlog que mencionaba arriba comentó que estuvo a punto de rechazar la oferta porque no se sentía seguro respecto a escribir en el universo de otro.

Una gran parte de este proceso, desde la publicación de la novela histórica The Fallon Blood hasta el final, sucedió de la mano de su editora y después pareja, Harriet McDougal.

LA EDITORA: HARRIET McDOUGAL

Nacida en 1939 en una familia conservadora también de Charlestone, Harriet Popham McDougal Rigney tuvo un padre militar que vivió Pearl Harbor, una madre todoterreno y una hermana mayor con la que se llevaba veintiún años. Estudiante modelo intentando evitar así terminar en un internado para señoritas, entró a Harvard en una época de gran machismo.

Consiguió su titulación con especialización en inglés, disfrutó un tiempo de vuelta en su ciudad natal y terminó buscando trabajo en Nueva York donde se casó con Ed McDougal, se interesó por el movimiento feminista y tuvo un hijo. Aquí empezó su trabajo como editora, oficio en el que persistió incluso después de divorciarse y verse como la fuente de ingresos de su pequeño.

En ese ambiente conoció y fue compañera de trabajo de Tom Doherty, más tarde fundador de Tor y quien la convertiría en editora jefe para su gran proyecto. A pesar de que para ese punto McDougal se había mudado de vuelta a Charlestone, para Doherty era tan importante contar con ella que le asignó el puesto dándole igual la localización remota. De hecho, asegura, es la mejor editora que ha conocido.

En este momento nos encontramos en un período de impresionante efervescencia especulativa, los setenta/ochenta, y ella se convertiría en una de sus grandes arquitectas. Entre sus trabajos más destacados al margen de la Rueda del Tiempo están, por ejemplo, el juego de Ender y la Compañía Negra.

A mí en especial me gusta destacar que, en parte gracias a su labor en la editorial, el primer libro de Tor fue de una autora: Forerunner, de Andre Norton, escritora de ciencia ficción desde 1934 y que empezó su carrera bajo seudónimo masculino.

También os aviso de que es una de las cosas más tiernas del mundo leerla hablar sobre su marido, sobre su dulzura, fuerza, la manera en la que se ponía nervioso dándole regalos o cómo se ganó a el cariño de su hijo.

Después de este breve desvío volvamos al tema. Harriet McDougal estaba en Charlestone trabajando de editora jefe y, en una librería, una vendedora le habló de un escritor que estaba haciendo novela romántica. Interesada le dejó sus datos. Al final resultó que Rigney/Jordan no iba a escribir eso de verdad, pero su relación laboral y luego sentimental despegó.

Después de Conan y The Fallon Blood, llegaría en 1990 el ojo del mundo, primera novela de la rueda del tiempo. Esta saga ocuparía la vida de autor y editora desde la firma del contrato, en el 84, hasta el triste fallecimiento de Rigney.

Aunque hacia los últimos libros que llegó a publicar de la saga McDougal asegura que ya no tenía mucho que ofrecerle como editora, es conocida, además, como la encargada de los títulos para cada capítulo.

LA LLEGADA DE BRANDON SANDERSON

El 23 de marzo de 2006 apareció en la revista Locus una carta que devastó a los fans a lo largo y ancho del mundo: Robert Jordan anunciaba su diagnóstico de amiloidosis con cardiomiopatía, una enfermedad rara de la sangre que con tratamiento le daba una esperanza de vida de solo cuatro años más.

En ese momento la publicación de la rueda del tiempo iba por el tomo once, cuchillo de sueños, y en su artículo Jordan aseguraba (en un tono de broma) que aún le quedaban treinta libros más y que pensaba terminarlos todos.

Como tristemente os podéis imaginar, esto no llegó a suceder. Falleció en 2007 sin poder llegar a publicar ninguno más.

Durante su vida había sido conocida su posición de que lo que no llegase a publicar fuese destruido para que ningún otro autor retomase la saga, pero no fue algo que mantuviese durante su última época. Encomendó a McDougal buscar un escritor y dejó todo lo que pudo adelantado y explicado para un último volumen que se llamaría un recuerdo de luz.

Con 32 años y dos libros publicados en ese momento (Elantris y el Imperio Final) aparece entonces en la historia Brandon Sanderson, un gran fan de la saga que dolido por la noticia y sin saber lo que vendría después le dedicó una elegía en su web.

El texto llegó a manos de McDougal de parte de una amiga que estaba recopilando palabras bonitas sobre Jordan para animarla. En lo alto de la pila estaba Sanderson. La editora, viendo que era escritor y además de Tor, se puso en contacto con el fundador para pedirle alguno de sus libros. Así llegó a sus manos el Imperio Final.

Le pareció que entendía bien a su marido aunque era un poco más oscuro y pensó que, al fin y al cabo, un poco de esa oscuridad podría convenir al final de la saga según los protagonistas se iban acercando a su destino. Con todo esto en la mano decidió ofrecerle la peligrosa y jugosa misión de terminar una de las sagas más famosas e importantes del género.

Varias llamadas perdidas y un e-mail de te prometo que no soy tonto, Harriet, después, el escritor de Nebraska aceptaba el encargo. Aún hubo aquí un período de espera (McDougal no había terminado de leer aún el Imperio Final), pero el acuerdo en realidad ya estaba cerrado.

Se reunieron en casa de la pareja sureña, en Charlestone, y allí sucedió el momento en que la obra pasó de manos y Sanderson pudo leer el final. Todas esas partes se dividieron entre el epílogo y algunos trozos previos y, durante cinco años, ante el inmenso volumen de información, trabajó en lo que finalmente fueron tres libros.

Y la rueda del tiempo volvió a girar.

WEBGRAFÍA

Una gran cantidad de información la he sacado de una web de fans de la rueda del tiempo llamada THEORYLAND. Sus participantes se han tomado la molestia de hacer un archivo indexado de sus entrevistas, un trabajo fabuloso. Podéis hacer vuestras propias búsquedas en: https://www.theoryland.com/wheel-of-time-interview-search.php (consultada por última vez el 24/10/2021)

Os dejo con una selección de las que he leído y extractos con términos de búsqueda para hacerme una idea de sus opiniones:

CARTA DE ROBERT JORDAN PARA LA REVISTA LOCUS SOBRE SU ESTADO DE SALUD (consultada por última vez 24/10/2021)

The Wheel of Time: The Robert Jordan Story para Tor.com (consultada por última vez el 24/10/2021)

Sobre Harriet McDougal:

Sobre Brandon Sanderson:

«Crepúsculo»: de fanfiction, costumbres y amor

Como fui una niña y adolescente respondona, con tendencia a discutir y, según mi profesora de matemáticas de segundo, abogada de causas perdidas, de pequeña pensaba que mis gustos eran solo míos. Que no estaban totalmente influidos por las modas y la sociedad. Además, claro, yo era diferente.

Ahora sé que todo eso era mentira y lo sigue siendo. Nadie es una isla y mi viaje vital para entender las influencias y manipulaciones sociales ha ido acompañado, durante dieciséis añazos ya, de mi relación con Crepúsculo.

Al principio lo adoré. Tenía la sensación de compartir una especie de broma con la autora. Una sobre la típica chica que dice que es torpe y fea pero que todos sabemos que es mentira, sobre tópicos de vampiros, adolescentes y, en general, todo lo que rodea a estos temas. Me mantuve aquí hasta que llegó el cuarto, la trama antiabortista, y mi apreciación de los libros sufrió un golpe del que nunca se van a recuperar.

Para este momento Crepúsculo y las chicas que disfrutábamos de Crepúsculo éramos ya desde hace tiempo carne de memes, de burlas, de ridículo generalizado y de comentarios de supuestos salvadores que venían a explicarnos por qué todo esto era tan tóxico.

Aquí se quedó la cosa durante mucho tiempo hasta que empezamos a crecer y a debatir en redes sociales de otra manera, con otras perspectivas. Se me abrieron los ojos de golpe. Soy cien mil veces más dura con las autoras y sus ideas que con los autores.

No quiero decir con esto que me haya reconciliado con Meyer (eso nunca va a pasar, por muchos motivos). Es más que, en la lucha que es siempre aceptar que disfrutas cosas que chocan bastante con tu sentido de la moralidad, favorecía muchísimo más a ellos antes que a ellas. Las cosas malas de Crepúsculo de pronto habían borrado todas las positivas y eso no me había pasado, por ejemplo, con Sanderson cuando leí el aliento de los dioses y levanté la ceja hasta el nacimiento del pelo.

Y, aún más, un porcentaje altísimo de los personajes y relaciones de libros considerados en general mucho menos tóxicos en realidad son iguales. La diferencia es que no se centran en el romance.

Entrando a un pequeño análisis de la obra, más allá de si Meyer escribe bien o mal, este parece uno de los problemas principales para cierto sector con la novela. El romance y, con él, todas las cosas que la sociedad ha insistido en asociar con lo femenino de manera constante.

Esto es lo que tiene que gustarte pero cuando te apoderes de ello y reproduzcas esta narrativa haremos mofa de ti hasta el extremo, en resumen.

Para empezar uno de los problemas que muchos lectores le achacan es una falta de acción, un problema narrativo porque el malo no importa lo más mínimo en la novela. En realidad esto es la base de Crepúsculo. La sensación a fanfic. Fanfics hay de todos los tipos y calidades pero una de las cosas que más se repiten es la búsqueda de reducir una historia a momentos cotidianos entre dos personajes que se gustan, que se quieren.

En esto Meyer hace un trabajo soberbio. Sabes que la historia solo puede terminar con ellos juntos desde que se miran por primera vez y todo lo que quieres y lo que la autora te da es el proceso, los detalles, la familia, el poco a poco.

A esto une un nivel perfecto de ira y desapego adolescentes, el toque de tú eres especial, no como las demás chicas, el hombre mayor que se enamora de la chica menor porque los chicos a esa edad no son tan maduros como tú, y, aunque estoy de acuerdo a más no poder en que es problemático por todas partes, es lo que nos han enseñado a esperar. Es lo que queríamos leer. Lo que leíamos en todas partes pero centrado en nosotras.

No es que en aquella época no supiésemos que eso estaba mal, como digo lo que más me gustaba de Crepúsculo era la sensación de parodia. Es que era lo mismo de siempre pero empaquetado para el lector de 2005 de fanfics, romances y lo sobrenatural.

No en vano, desde la portada, tenemos la manzana. Símbolo asociado a lo femenino por excelencia en la cristiandad aquí va atado a muchas cosas, entre ellas la tentación que Bella supone para Edward. Y cómo, a través de ella, Bella puede cambiarle.

Otra cosa fundamental ¿el tópico de a las chicas les gustan los chicos malos? más bien las mujeres vivimos desde pequeñas con el concepto de que si un hombre te quiere va a cambiar por ti, de nuevo porque eres especial.

Básicamente, la Bella y la Bestia. La historia favorita de casi todas las niñas educadas por Disney que son lectoras habituales. Uno de los grandes públicos de Crepúsculo.

Los cuentos clásicos son en su mayoría avisos de comportamiento para niñas. Su evolución en princesas Disney marcó a toda las nativas a la obra de Meyer y este último proceso vampírico y oscuro era lógico y adecuado a una generación que llegaba y pasaba la adolescencia. Muy en la cara están las referencias con la ya mencionada manzana a Blancanieves, el Swan con la princesa cisne o el propio nombre de Bella.

En una entrevista decía Anne Rice que le parecía brillante haber puesto a los vampiros en el instituto. Lo es, es un golpe maestro. Y más de la manera en la que lo hizo Meyer, dándole ese aire de peligro, de hacerse adulta pero seguir siendo Caperucita Roja. Como dice Damon Salvatore en The Vampire Diaries (que por cierto el libro se publicó muchos años antes que Crepúsculo): quieres lo que todo el mundo quiere, quieres un amor que te consuma, quieres pasión, aventura, e incluso un poco de peligro.

Además Crepúsculo es divertidísimo. Creo que el aire de las películas ha creado una apariencia de historia densa y silenciosa pero os aseguro que mi idea de parodia no salió de la nada. Incluso volviendo a leerlo este año me reí muchísimo.

No pretendo convencer a nadie de que está bien escrito, de que es objetivamente bueno o de que tiene que gustar sí o sí. Al final esta es una entrada sobre 16 años viviendo con una de las obras que más ha marcado el género vampírico, con una autora que, con independencia de todo lo demás, supo aunar de manera espectacular todos los elementos de una generación, divertirnos y darnos ratos memorables. Escenas míticas.

No se puede hablar de vampiros y no hablar de Crepúsculo.

  • Autora: Stephenie Meyer
  • Traductora:
  • Fecha de publicación original: 2005
  • Editorial: Debolsillo
  • Precio: 8’95€
  • Páginas: 512
  • Colección: saga Crepúsculo 1/4
  • ISBN: 9788466332965