
Regreso al futuro es una de las películas que más veces he visto. A menudo la he tenido simplemente de fondo, desde que soy muy pequeña, otras ha tenido toda mi atención. A veces he visto solo mis partes favoritas. Es tan familiar y entretenida que es un lugar de confort.
No obstante llevaba un tiempo sin ponérmela y, cuando Stelladia me regaló un cuaderno de la película y me dijo que nos la pusiéramos el día 1 de enero, me pareció un momento perfecto. Este 2025, además, se van a cumplir 40 años de su estreno. Yo soy de los 90 y me resulta muy curioso, ahora que la nostalgia va pasando de los 80 a mi década, pensar en lo cíclico, en qué queríamos del futuro, cómo veíamos el pasado, cómo se idealizan las épocas.
La verdad, no solo no me ha decepcionado. Es que además he econtrado un comentario político que no esperaba y que me ha acercado mucho más a la película. Y ojo que no estoy hablando de un momento escondido, de un comentario de pasada. Estoy hablando de que de pronto me he dado cuenta de una parte fundamental del argumento de la película:
Que el futuro/presente malo es en el que cobras poco más o menos el sueldo mínimo. Que no se puede vivir con el suedo mínimo. Que no hay esperanzas de futuro si con lo que trabajas apenas te da para sobrevivir.
Y, por supuesto, que no debería ser ciencia ficción que los escritores de género tengan un salario digno.
Muchos podréis pensar que cómo no me di cuenta antes. Yo también me lo he preguntado y de ahí que esté escribiendo esta entrada. He llegado a una conclusión sencilla; siempre la he valorado tanto como una película de aventuras, con tantos agujeros de guión que no me pesaban porque funciona por otras cosas, que me quedé en el apartado generacional. En la parte turbia sobre qué tiene que hacer el padre para que las cosas vayan bien.

Quizá personalizamos las cosas que nos resultan familiares, sacamos nuestra infancia de la corriente de sucesos mundiales.
En cualquier caso, aunque no me di cuenta de lo que enseñaba, por ejemplo, el uniforme que lleva el hermano, sí que me di cuenta desde el principio del clasismo. De que la manera en la que se comportan en una línea temporal respecto a la otra y lo que eso significa es bastante fea.
También sabía desde el principio que todo el proceso de cómo la madre pasa de cuidadora a enamorada, de cómo se normaliza que el padre sea un pervertido, de que su evolución es lo que cambia el devenir de la familia, deja mucho que desear. Y eso por no hablar del proceso del alcalde negro corrupto o del instituto de estudiantes blancos entretenidos por músicos negros.
Quizá alguien quiera rechinar lo dientes y decir que todo esto es solo contextual a la aventura o a los años 50. Y que de hecho la decadencia del barrio entero respecto al poder del abusón y la posición del padre son más metafóricas que políticas. Yo no estaría de acuerdo, porque en cualquier caso Regreso al futuro hace incluso comentarios sobre Reagan.
Claro, si la véis ahora Reagan os dará bastante igual y os pasará desapercibido. No era el caso cuando se estrenó. A él de hecho le encantó. Si tenéis ganas os animo a que busquéis análisis de la película en los que desgranan el tema.
Una de cal, otra de arena, mucho de la época y mucho además de a la que viajan en el pasado. Y sea como sea esto no dice nada en concreto. Podéis disfrutarla y entenderla como queráis. Lo más probable es que mucho de lo que se vierte sea inconsciente, como suele pasar, y no una decisión específica creativa.
A mí, como decía al principio, aunque haya bastantes cosas que me hagan fruncir el ceño me resulta un lugar de confort. Le tengo muchísimo cariño y la considero una de las piezas fundametales en la concepción contemporánea de la ciencia ficción y los viajes en el tiempo. Una de esas piezas que, si le pones a alguien de nuevas generaciones, tiene infinidad de cosas que van a reconocer por cultura popular.
Ha marcado nuestra forma de hablar, de vestir, de imaginar.

Me fascina cómo es capaz de pasar indemne sobre continuos agujeros de guion y escenas ridículas gracias a un carisma arrollador. Unos actores que funcionan a la perfección, muy gestuales, entregados, repletos de gestos reconocibles y ojos muy abiertos. Christopher Lloyd como Doc consolidó un paradigma y Michal J. Fox borda el papel de chico chulillo un poco pringado. Además tiene una química tan incómoda y graciosa con Lea Thompson (la actriz que hace de su madre) que hace que salven diálogos que nunca debieron ser escritos.
También creo que es muy interesante, respecto a la percepción de chulillo o pringado de nuestro Marty McFly, lo que ha cambiado lo que consideramos a la moda. Es una película completamente diferente según el año en que la veas y la generación que la visualice.
La manera en la que se inventaron términos, todo el lore, es simplemente perfecta. Y eso que el tema de los libios es un poco demasiado.
Musicalmente, entre las canciones como Mr. Sandman o la banda sonora de Alan Silvestri, es también memorable. Y a mí siempre me ha gustado la escena de Johnny B. Goode.
No ignoro que el tema huevo/gallina aquí ha sido bastante polémico. Que a Zemeckis se le ha criticado que parte de la paradoja sea el chico blanco yendo a enseñarles el rock’n’roll, aunque técnicamente él lo conozca por ellos. Entiendo perfectamente por qué es de mal gusto.
Por otro lado, aunque en general es rápida y se apoya mucho en ello para que no pienses demasiado, alarga mucho el final. De hecho, sobre todo de pequeña me impacientaba muchísimo. Por lo menos lo que es el cierre, ese corte de nueva aventura, es excepcional. Diría que no podrían haberlo hecho mejor.
Tengo muchas ganas de ponerme con las otras dos este año también, a ver qué me parecen. De hecho empezaba la entrada diciendo que esta es de las películas que más he visto, pero la segunda la he visto solo un par de veces y la tercera una. Así que no tengo ni idea de qué opinaré esta vez.
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