
Como diría Taylor Swift, el final de una era pero el inicio de una época.
Termina el aniversario, tenemos nuevo Doctor y, entre el capítulo en sí y los comentarios del iPlayer, parece que el mundo Whovian va a estar intenso.
A partir de aquí, spoilers. Muchos spoilers.
No diría que tengo emociones encontradas con este capítulo. Las cosas que me han gustado me han encantado y, además, me he emocionado mucho. Pero, por otro lado, las explicaciones no me han parecido satisfactorias. Me han fallado justo en el discurso típico del décimo doctor y en la regeneración. Dos temas, sin duda, muy grandes como para quedarse a medio gas.
Rebobinemos para explicar todo esto.
El inicio, la manera en la que vemos por primera vez a Neil Patrick Harris en su papel de Toymaker entre el desastre, es soberbia. Cómo corre la trama, la presentación de UNIT, la aparición de una antigua companion (Melanie) y la química entre Donna y el Doctor no flaquean ni un solo segundo.
Las escenas de la televisión, cómo están hechos los muñecos y el plano dentro de la caja se ven espectaculares. Tanto en diseños como en dirección de fotografía e iluminación. Estaba pegada a la pantalla. Y más porque, sabiendo que llegaba la hora de volver a decir adiós, cada segundo de episodio se palpaba la emoción.
Los detalles también estaban funcionando perfectos. El diente con el Maestro, cómo introducen el acento que va y viene en el Toymaker, el comentario directamente racista. Si tenéis que lidiar con una IP gigantesca, maravillosa, pero con cosas que han resistido mal el paso del tiempo esta es una manera maravillosa de hacerlo.
Donna entrando a UNIT, por favor, que nos den más de esto. Hacer mención a la manera en que el Doctor pasa de compañeros y cómo lo convierte en épocas totalmente cerradas, que no comparte siguiendo adelante. Dejar ver ya que va a haber un gran enemigo detrás de todo, que solo descubriremos mucho más adelante.

Pero justo cuando llegamos al final es cuando empezaron a pasar las cosas que me estaban sacando un poco del episodio.
Para empezar la crítica a la conexión constante y la idea de la televisión no me cuaja. Sin duda muchas personas se sienten envalentonadas por el anonimato y las redes sociales han dado para una sociedad de extremos llena de noticias falsas. Pero seamos sinceros. La humanidad solo mejora un poco, de vez en cuando, después de eventos completamente terroríficos por pocas ganas de que se repitan.
No es verdad que esto nos haga peores. Simplemente ahora podemos ver, cada segundo del día, lo terrible que es la sociedad.
Pero bueno, en el fondo esto es una tontería. Doctor Who tiende a tener momentos tontorrones moralistas y a veces me encanta a veces no. Además David Tennant actúa tan bien los discursos grandilocuentes que tampoco se sufre.
Ahora bien, llegamos al enfrentamiento final en sí.
Me gusta el primer instinto que le escriben a Tennant, la manera de intentar convencer al malo de que pare. La regla del mejor de tres.
Y, sí, una vez que llega el momento de decir adiós, a mí me encanta que Davies nos recuerde que esto es una obra de ficción. Que si no queremos algo solo tenemos que reescribirlo. La metáfora para la vida. Con su célebre frase de anterior reencarnación, su papel completo, el Décimo/Decimocuarto era el perfecto para este momento.
También la idea de la ropa. Y el detalle de que el Doctor Tennant debía ir comando. Todo bien, todo gracioso, estupendo.
Pero, ay. De pronto empieza a precipitarse todo, Decimoquinto va demasiado rápido para la escena. Siento que las cosas empiezan a pasar de una forma extraña. El momento del martillo y las dos Tardis es como si hubiera varios escritores detrás del guion que no terminaban de pillarse los estilos.
Me da muchísima pena porque su actuación me encanta. La idea de abrazarse a sí mismo me gusta. Pero toda esa secuencia me sacó completamente. Lo único con lo que me quedo es con la mano con manicura roja cogiendo el diente y con el epílogo de Tennant, esa mesa preciosa con mi companion favorita y su familia.
Veremos qué nos depara el futuro. Porque, Allons-y!

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