Reseña: Blancanieves y los siete enanitos (1937)

El año pasado empecé un proyecto para Gorgonas sobre cine de animación que no vi cómo continuar por la inmensa cantidad de trabajo y extensión de las entradas que requería. Al final he decidido facilitarme la vida, dividir las películas en secciones, e ir publicándolas según van saliendo del horno.

Así que aquí estamos, con Blancanieves, el largometraje animado que en 1937 crearía un nuevo paradigma. Otro día hablaremos del cómo y el por qué de manera extensa, de qué hubo antes, pero, por hoy, baste decir que fue un proceso arduo de innovaciones, primeras veces y mucho dinero, que se produjo en medio de La Gran Depresión.

Si la veis ahora hay tres cosas que destacan sin duda. En lo positivo los diseños, en lo negativo el ritmo y, entre medias, convirtiéndose en una de las grandes marcas Disney, la música.

El tema del ritmo es un lastre de solución complicada para el proyecto. Esta película se planteó, desde el principio, con la idea base de hacer el primer largometraje animado. La duración iba a ser una pieza clave para el éxito o fracaso de la compañía y, unido a los avances técnicos que presentaba, no podía renunciar a ella si querían impactar.

A la vez tampoco podía írseles de madre. Ya con los siete enanitos, el cazador, la bruja, el príncipe, Blancanieves y multitud de animales podemos ver que los animadores tenían las manos llenas. Lo que había tenía que ser material suficiente para llegar a los más de 80 minutos ansiados.

El resultado es una consecución de gags demasiado largos y escenas sin ningún peso argumental que rompen con lo más interesante de la cinta. Aquí es donde las canciones viran hacia el lado negativo de la balanza, con algunos números que varían entre lo pesado y lo olvidable y, que según el ánimo en que me pillen cuando vuelvo a verla, se me pueden hacer eternos.

Aún así, siendo justos, había otros motivos para esto. Disney conocía a su público y probablemente mucha de la percepción negativa de estas partes no lo era tanto en el momento de su estreno. Los cortos de animación, el propio Mickey entre otros, habían dado al medio una cierta imagen que se esperaba en este tipo de proyectos. Y, también está claro, es una película para niños. No recuerdo que esas partes me hicieran gracia de pequeña pero entiendo el punto.

Prueba de esta mezcolanza entre lo positivo y lo negativo es que, donde más pesa este problema de ritmo, es en el apartado más icónico de la película: los enanitos. Sin duda los que más lo sufren y, a la vez, probablemente lo más recordado en el imaginario colectivo.

Como muchos de los que hemos tenido infancias Disney tengo un gran aprecio por estos personajes y por la canción de Hi Ho. A la vez, viendo la película ahora, siempre me sorprendo de lo que me aburren la mayor parte de sus intervenciones, en especial la canción de lavarse. Hasta tuve que mirar en internet si estaba en la versión original de la película, porque mi yo infantil había borrado toda esa secuencia para proteger a mi yo adulta. Por contra, Hi Ho es muchísimo más breve de lo que pensaba y, de hecho, creo que es el punto principal de su éxito.

Sea como sea, esto nos lleva también al punto de lo positivo. Los enanos funcionan porque son carismáticos, tienen buenos diseños, se hacen simpáticos sin necesidad de ver demasiado de ellos. Sus nombres están muy bien reflejados en sus aspectos.

Y entrando en los diseños diseños, por supuesto, tenemos que dar el paso a hablar de nuestras protagonista y antagonista; Blancanieves y la madrastra.

Sé que a muchos os va a sobrepasar lo cargante que puede ser Blancanieves como personaje pero, si os digo la verdad, a mí me enamora. Tiene una dulzura, un aire danzarín, infantil, gestos elegantes y coquetos, que me enternecen al extremo. Me parece muy bonita. Tanto como para que sus escenas, aunque a veces pesadas, me parezcan de un disfrute visual que vence a sus problemas.

Además es una niña, bastante pequeña. Aunque al final se vaya a casar y un señor la besase pensando que estaba muerta todo lo que hace en la historia es jugar.

Empieza con una secuencia de limpieza, para enseñarnos la ropa que lleva y el estado en el que está pese a ser una princesa. Que ella, a diferencia de su madrastra, no pretende ser vanidosa y no se queja mientras realiza las tareas. Pero por otra parte está cantando, hablando con los animales. Con el cazador está jugando en el bosque, la escena de la limpieza se repite otra vez, con los enanitos canta y baila.

Si eliminamos de la ecuación al espeluznante e insulso príncipe es, simplemente, una niña princesa siendo una niña princesa.

Por otro lado, la bruja. Es maravillosa.

Su estética es, simplemente, espectacular. Me pone la piel de gallina la escena en la que se convierte a sí misma en anciana y crea la famosa manzana envenenada. La película es ella. Y es que, desde el espejo, la caja del corazón, la huida por el bosque, ninguna de sus escenas es pesada. Cada aparición es icónica. Desde que era pequeña hasta que, más mayor, empecé a volver a verlas todas, no había olvidado ni una sola de sus apariciones.

Nada en sus planes tiene demasiado sentido, la mayor parte del concepto de pureza infantil contra lo desagradables que son las mujeres adultas, el tópico de la madrastra, la simbolización de la dignificación del trabajo y toda la pesca, son bastante desagradables. Y, aún así, ella sigue siendo genial.

Ahondemos no obstante un poco en estos problemas.

Cuando escribí sobre Las Brujas de Roald Dahl, ya comenté que entiendo la simplificación en historias infantiles entre lo bonito/bueno y lo feo/malo. Lo acepto como parte de pero no por ello lo considero menos digno de análisis o de mención. Y Blancanieves es una de esas historias donde lo encuentro especialmente molesto.

La Reina es indudablemente guapa, la más guapa hasta que Blancanieves llega a cierta edad. Pero como ella sabe que es guapa, quiere ser guapa y se esfuerza en ser guapa, es decir, es vanidosa, es un atributo negativo. Obviamente, no os pongáis quisquillosos que ya veo vuestros cerebros, lo que la hace realmente mala es maltratar a Blancanieves hasta querer matarla. Pero el juego sigue estando ahí. La belleza que se exalta, como comentaba de hecho más arriba, es la casual. La que nace sin esfuerzo y es fruto de una edad que socialmente se señala como la mejor de las mujeres. Final de infancia y principio de adolescencia.

Mientras Blancanieves es guapa la Reina está dejando de serlo y, además, hasta cierto punto la finge. Vamos, una poser de la belleza o algo así, porque encima es una bruja. Y la guinda del pastel llega con su transformación en anciana y las implicaciones. A mí me hace mucha gracia que pretenda pasar desapercibida y engatusar a la cría así, por cierto. Que no es por caer yo también en el discurso de lo feo/malo que criticaba hace nada, pero es que es bastante curioso que el truco funcione.

Este discurso, además, no acaba ahí. Parte de la presentación de la Bruja requiere que no sea su madre si no su madrastra (una madre no te haría eso, claro. Nótese la ironía), que su padre no esté para defenderla y que mientras Blancanieves se dedica a tareas típicamente consideradas como femeninas (básicamente limpiar y cocinar) la reina esté en una situación de poder que, según se entiende aunque nunca se dice, no le corresponde.

De nuevo, la película no te dice que la reina sea mala por ser reina. Y se sobreentiende que algún día, como princesa, Blancanieves tendrá ese puesto también. Tampoco quiero decir que Disney y su equipo le estuviesen dando vueltas a todo esto mientras pensaban en cómo adaptar el cuento. Pero es lo que hay. La manera en la que representamos las cosas siempre deja un poso y aquí es el de la imagen negativa de la mujer sola en el mando y la brujería como arma. Elemento pagano que encima se contrapone a la dulce niña rezando.

Además adaptar historias de esta manera, el mundo de lo que los adultos etiquetamos como infantil, es siempre fuertemente simbólico y metafórico. Incluso cuando queremos contar chorradas.

El siguiente engranaje ahí es el del trabajo. La Reina es reina pero por una mezcla entre tamaño de metraje, historia que quieren contar y caracterización de personaje, nunca la vemos trabajando. Claro, esta no pretende ser una trama compleja en la que tienes que empatizar con el malo también o en la que necesites saber más. Hasta ahí estamos. Pero es que es un discurso más complicado que ese.

Y es que, por un lado, Blancanieves se nos presenta como deseable porque no se le caen los anillos por trabajar y, por otro, su posición es más la de organizar a los animalitos que la de hacer realmente el trabajo. Lo suyo es un poco como lo de San Isidro, vaya.

Luego están los enanitos. Hay ahí muchas connotaciones en las que no estoy preparada para entrar. Quizá en una entrada de investigación, que no sea una reseña. Pero es su papel el de generar riquezas inimaginables que luego lanzan en una caja fuerte mientras ellos viven en una casita en la que todos comparten habitación y está hecha un desastre. Cada uno que saque sus conclusiones. Pero no olvidéis nunca el detalle que os mencionaba al principio de la Gran Depresión y la situación mundial que rodeó a la creación y lanzamiento de Blancanieves.

Ah, el placer de trabajar. Demos gracias por tener trabajo.

Por eso y por tenerlo en el campo, claro. Porque qué bien se vive lejos del mundanal ruido con animales adorables. Y, os digo una cosa, de las mejores escenas de toda la película es cuando intentan limpiar una telaraña y con ello a una pobre araña.

En lo referente a la vida en el campo y esta idealización no podemos ignorar tampoco que todos los animales que podemos considerar como bonitos y agradables son, por supuesto, los que aparecen junto a Blancanieves. En cambio la bruja siempre tiene a su alrededor animales de mal agüero, ratas, un lado de la naturaleza diferente y que no tiene cabida en la feliz vida de la casita en el bosque.

Por otro lado, sin demasiada relación con nada, no puedo dejar de decir que los comentarios de cuñado estándar de Gruñón me hacen mucha gracia. Además supongo que terminan aportando cierto discurso positivo, en cierto modo.

Dicho todo esto, toca hablar del final.

Para una película que mete tanto costumbrismo se siente extrañamente precipitado. Un día todo está bien y al siguiente estás en un ataúd de cristal. No llega a haber ningún tipo de enfrentamiento porque los enanitos tardan en ir, la Reina cae en la persecución y el príncipe solo está para abusar de una chica muerta y luego llevársela.

Y el tema del ritmo lo puedo perdonar, porque me gusta la comparativa de Blancanieves huyendo por el bosque al principio contra la bruja corriendo por el bosque ahora. Una encontrando refugio, la otra un final escabroso y buitres. Pero lo del príncipe, ay. Eso es harina de otro costal.

De pequeña, por supuesto, solo apreciaba el valor estético de la escena. Y hoy día me sigue gustando en composición. Pero es difícil tragar ahora el concepto de la belleza femenina en la muerte y que sea bonito que un virtual desconocido te bese entonces y así te devuelva a la vida.

Además este príncipe es un personaje terrible, sin ningún tipo de mérito o carisma. Nada. Es lo peor de la película con diferencia.

Aún así se cierra el ciclo, se cumple la profecía. Y se acaba una película que, con todos sus contras, sigue siendo un goce visual y a veces sonoro. Volved a verla, disfrutad sus cosas positivas, ponedla de fondo mientras hacéis otra cosa. No creo que os arrepintáis.



3 respuestas a “Reseña: Blancanieves y los siete enanitos (1937)”

  1. He disfrutado muchísimo de tu análisis, especialmente con la cantidad de años que llevo sin verla. La verdad es que se nota mucho que Disney continuaba con el propósito de difundir los valores tradicionales americanos y es curioso ver como muchos de estos tópicos estaban tan presentes paralelamente en el cine de acción real.

    También me hace mucha gracia lo maquillada que va la pequeña Blanca Nieves, creo que es una decisión de diseño muy curiosa detrás del mensaje de la película.

    Estoy deseando leer tu próxima entrada de animación.

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    1. Avatar de Tarsia Buendía
      Tarsia Buendía

      Pues es gracioso, porque la película te quiere vender una imagen de belleza natural ahí que son unas risas jajaja. Se llevó escondido todo el neceser al bosque la niña.

      ¡Y muchas gracias por el comentario! La de Pinocho ya está terminada y Fantasía a medias así que a ver cuándo las voy sacando ❤

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  2. […] Veréis. Desde 1929 arrastrado a toda la década de los 30 hubo una crisis económica, la Gran Depresión. Un momento horrible en la historia que dejó traumatizadas a muchísimas personas. Fue también el motivo de que algunos empresarios, en este caso Disney, consiguieran los trabajadores que querían, para los proyectos que querían, probablemente con el salario que les pareció. Eso dio lugar a Blancanieves. […]

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