Reseña: Pinocho (1940)

Cuando Pinocho empieza es de noche en un entorno humilde pero idílico. Se puede ver la pobreza en el atuendo de Pepito Grillo, el cansancio y los calcetines rotos, pero ha encontrado un pequeño lugar de paz y armonía en la casa de un carpintero que canta, baila y adora a sus mascotas.

Poco después descubriremos que el hombre, Geppetto, duerme con una pistola enorme bajo la almohada. No parece que sea muy competente con ella pero la tiene. Toda sensación de seguridad ha desaparecido. Al otro lado de la puerta está el peligro.

No me digáis que no es una manera potente de empezar una película. Es toda una lección sobre cómo se hace una buena introducción en narrativa.

A eso sumadle unos títulos de crédito con la canción Disney que ahora acompaña en sí a la marca (La estrella azul/When You Wish Upon a Star) y unos diseños de personaje y animación excelentes.

(Pequeño inciso. Ojalá Disney hiciera un mejor trabajo de preservación y difusión de su patrimonio porque, que no haya un buen vídeo de muestra disponible de esta de todas las canciones, me parece bastante vergonzoso. Hay una versión de Sara Bareilles para el centésimo aniversario y la banda sonora de la última adaptación. Ya.)

Lo peor es que no soy una gran fan de Pinocho. El formato episódico, varios agujeros de guion y lo que se alargan algunos diálogos matan el argumento para mi gusto. Se me hace pesada a veces.

Y he tenido que darle muchas vueltas a cómo hacer esta entrada, cómo estructurarla y ceñirme al objetivo de una reseña. Hablar de Pinocho hace a mi cerebro entrar en erupción de datos, quejas, admiración, impresión. Y creo que sigo sin saber muy bien cómo hacerla, no sé qué resultado tendrá. Pero a lo que sí he llegado como conclusión general es a que solo puedo hablar de esta película a través del terror como género y del miedo como herramienta narrativa.

Veréis. Desde 1929 arrastrado a toda la década de los 30 hubo una crisis económica, la Gran Depresión. Un momento horrible en la historia que dejó traumatizadas a muchísimas personas. Fue también el motivo de que algunos empresarios, en este caso Disney, consiguieran los trabajadores que querían, para los proyectos que querían, probablemente con el salario que les pareció. Eso dio lugar a Blancanieves.

Poneos en la piel de los artistas. El miedo del momento, la situación laboral y económica y, al mismo tiempo, la excitación de trabajar en un proyecto de ese calado, con las posibilidades de innovación que ofrecía. Seguro que para muchos suena cerca de casa, además.

Todo esto en un mix con un Walt Disney que aún no había comprobado el éxito de su trabajo y ya estaba preparando la segunda película. Imaginaos la de dinero que, una vez descubierto que sí tenía público, terminó poniendo en Pinocho.

Pero aquí está el tema. La crisis no había terminado y en 1939 estaba empezando la Segunda Guerra Mundial.

Pinocho se estrenó en 1940.

Y si la Gran Depresión permeaba Blancanieves en la representación, sobre todo, de los enanitos y el trabajo, en Pinocho lo que más caló es el terror. Y lo hizo de dos formas: el miedo que sienten los personajes y el terror que vive el espectador, sobre todo infantil, al ver algunas escenas.

Así volvemos al inicio de la película.

Geppetto tiene miedo de cosas que pueden venir del exterior y guarda una gran pistola debajo de su almohada. Pepito Grillo teme no ser suficiente.

Entonces llega Pinocho, aún no un niño de verdad, y no le tiene miedo a nada. Su camino a lo largo de toda la película será entonces descubrir lo que es el miedo y, a través de él, qué es lo que quiere proteger y cómo eso va a ponerle en el camino del héroe.

Por supuesto, como la mayoría de productos para niños, pretende aprovechar todo esto para dar una enseñanza a sus jóvenes espectadores. Cosa que espera hacer aterrando tanto a lo críos como a Pinocho, aparentemente. Disney decía que él no hacía películas para niños si no familiares y vale, lo que él quiera. Pero en estas estamos.

Si en Blancanieves veíamos un diseño de terror estéticamente llamativo, guay, aquí lo que tenemos es espeluznante. Material de pesadillas.

Con todo esto no quiero quejarme si no compartir el impacto que me produce este tema. Siempre que alguien habla de la Disneyficación del sufrimiento y la crueldad pienso en Pinocho.

No estoy exagerando. Si no me creéis volved a ver la película. Todo el camino del héroe de Pinocho es descubrir el valor de lo que tienes ante la idea de perderlo a manos de la violencia de diversos tipos. Lo que nos hace humanos, por lo tanto, es que luchamos por proteger a los nuestros.

También critica los vicios, como el tabaco, el juego y la comida, la vida del espectáculo y el dinero (aquí hay que reírse, la verdad). Y si aún no la habéis visto nunca por favor, ponéosla, traumatizaos apropiadamente con los burritos llamando a sus madres y venid a contármelo.

No sé con qué edad vi esta película por primera vez, pero si tengo hijos no es de las primeras que les pondría.

Aunque la construcción de este terror está apoyada en multitud de elementos, intentando resumir por el bien de esta entrada y el hecho de que no es un análisis, diría que el punto clave está en las luces. Este no es un recurso ni mucho menos nuevo en el cine, pero también es cierto que Disney siempre ha hecho un uso muy consistente de él. Y, aunque en Blancanieves también está un poquito, es en Pinocho donde aparece para convertirse en marca de la casa.

Toda la idea de lo bonito y de la esperanza está en las estrellas y en la luz. El hada madrina tiene un efecto de brillo que queda precioso en pantalla. A la vez, durante una gran parte del film, es de noche o los personajes están en sitios cerrados. Esto siempre se asocia a los problemas y el trauma, esencia de una película que se baña en lo simbólico. La tormenta es una de las mejores armas de los dibujantes, que se complican muchísimo la vida teniendo que repetir escenas y fondos para ajustarse a los cambios. Cambios que además se ven acrecentados por cosas como la manera de andar de Pepito (los saltos) o los constantes movimientos de carros y panorámicas.

Hay una escena de Pinocho, encerrado en una jaula, en un carromato con un traqueteo que la mueve y una tormenta de fondo que es tan excepcional como parte de un trabajo titánico. Si la magia Disney existe, es esto.

Pero lo que más impacta está en la silueta de uno de los villanos, engrandeciéndose a contraluz. Y en la de los pobres esclavos del parque de atracciones cuando cierran las puertas.

Así que sí, este es un terror bien construido, impactante y admirable. Su problema es que el guion no está a la altura de su apartado gráfico.

Mencionaba de pasada al principio el peso del formato episódico y los agujeros de guion y me gustaría ahora extenderme un poco más. A Pinocho le pasa que no tiene sentido. Que te da valiosas lecciones de reclutamiento en tiempos de pre guerra y guerra pero, a la vez, todo son excusas en torno a los avances en animación que querían lucir.

En un tramo de película de menos de diez minutos Pinocho pasa de andar por el fondo marino a tener la capacidad de ahogarse. Todos los problemas se solucionan con algún tipo de Deus Ex, algunos bien metidos, otros de un irritante que desquicia.

No obstante, de alguna manera, consigue tener personajes memorables. Los malos están muy a la altura del mensaje que buscan, cada cual un poco más siniestro que el anterior. Y el más terrible de todos ellos, la ballena, es una fuerza de la naturaleza con la que no puedes discutir ni huir. Está bastante bien hilado con la temática.

Los protagonistas también son muy carismáticos. Tienen diseños encantadores y la manera en la que se reconocen los perfiles y sombras es de diez.

Es un trabajazo el paso del Pinocho muñeco, al Pinocho vivo, al Pinocho niño. Con un Pinocho bailando con marionetas entre las que destaca, entre medias. Es precioso.

En cuanto a las canciones, funcionan muchísimo mejor que en Blancanieves. Son llamativas, están muy bien sincronizadas y tienen hasta sus anécdotas curiosas. Había mencionado ya When You Wish Upon a Star, la canción Disney, un trabajo de Cliff Edwards.

Este caballero, muy famoso en su momento, fue también el doblador de Pepito Grillo (la película en general tuvo a personas conocidas para las voces). También era conocido como Ukulele Ike y fue uno de los causantes de la popularidad de Cantando bajo la lluvia. Tiene una historia triste y curiosa que os animo a buscar, aunque es posible que hable de él más otro día.

Además de las herramientas que usa bien para el terror y de lo enternecedor de sus protagonistas, también hay dos avisos de contenido que tenéis que tener en cuenta si queréis poneros Pinocho. El primero es que uno de los episodios sobre todo, el del supuesto italiano Stromboli, cae bastante racista. También hay cierta manera de representar lo gitano y el uso de la palabra, que en EEUU está bastante mal vista, que choca.

En un ámbito mucho más ligero y tontotambién tenemos la manera de ligar de Pepito Grillo, que no es algo que os vaya a detener en cuanto a ponérosla pero que desde luego os puede hacer levantar una ceja.

Por ir cerrando esta muy extraña reseña, Pinocho es una película que merece volver a ser vista en la edad adulta. A lo mejor no la termináis, a lo mejor odiáis la trama. Pero si os gusta la animación esto es impresionante, una cantidad de esfuerzo y dinero difícil de reproducir incluso para la propia Disney.

Es curioso además que cayó en el puesto de segundo estreno un poco por azar, porque terminó siendo la historia que más cuajó para ese momento. Fantasía se solapó en producción y ambas se estrenaron en el mismo año, en medio de uno de los conflictos internacionales más duros de la historia de la humanidad. Es decir, por si no os lo habíais imaginado ya, el batacazo en taquilla fue tremendo.

Pinocho es uno de esos trabajos únicos, de los que suceden en unas condiciones tan marcadas y específicas que solo puedes mirar con impacto.

Si queréis saber más sobre todo esto os recomiendo mucho el audiocomentario que apareció en la edición Platino del 70 aniversario, narrado por Leonard Maltin, Eric Goldberg y J.B. Kaufman.

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