
Qué bien depilada está Emma Stone.
He adorado esta película, me he sumergido en la metáfora, en los guiños. Pero lo que más veces he pensado es en lo bien depilada que está Emma Stone. Claro, no es solo cómo se ha rasurado. Es la dirección de fotografía, el maquillaje, el vestuario.
Por supuesto, eso sí, no tiene nada de sentido.
Y es curioso porque toda la película tiene un marcado corte surrealista, una mezcla de elementos contradictorios e imposibles en busca de una metáfora sobre la vida humana y el crecimiento. Específicamente sobre mujeres y paternalismo.
Pero eso es lo que yo no consigo quitarme de la cabeza. La depilación, la decisión estética en conjunto.
No es una crítica a la película. Entiendo por qué. Es posible incluso que la actriz se hiciera la depilación laser eones atrás o que prácticamente no tenga vello. Lo que me acompaña es una estupidísima reflexión sobre el placer visual. Sobre imágenes dantescas en un ambiente atractivo, operaciones en el cerebro, babas, desfiguración y depilaciones perfectas. Colores pastel y naufragios a media asta.
Sobre la definición de la mujer en los cuentos, que es lo que busca el director, Yorgos Lanthimos. Y probablemente él no esperaba que hiciéramos este viaje mental a través de las piernas y brazos de sus actrices, pero así es la vida.
Veamos, Pobres Criaturas está basada en un libro que yo no he leído. Aquí seguimos la vida de Bella Baxter, desde unas primeras escenas en blanco y negro con unos juegos de lente deliciosos, hasta su maduración y los cambios de escenario y magia visual que esto requiere. No sabe mucho sobre su origen, solo que tiene una cicatriz en la parte baja de la cabeza, que su padre adoptivo (Godwin, o God, es decir, Dios) es un científico desfigurado un poco loco y que quiere salir al mundo exterior.
La cantidad de referencias y guiños es tan grande que intentar explicarla abruma.
Empezando por lo más obvio, Frankenstein.

Existe una confusión generalizada en la cultura popular que asume que el monstruo es llamado Frankenstein cuando, en realidad, es el apellido del científico, Victor. A la vez es un chiste recurrente que la gente pedante va a hacer esta afirmación como si fuera un secreto solo para los más leídos. Y esto en Pobres Criaturas da para tantísimo.
El padre adoptivo de Bella, God, está desfigurado como lo está el monstruo. Pero a la vez, como decía, él es el científico. Su criatura en cambio es perfecta y, como también he comentado, perfectamente depilada. Gloriosa, divina.
Para todo el que les conoce él resulta extraño y una afrenta a Dios. Ella de lo más natural y llamativa.
Y qué pasa con todo esto además de lo obvio: que el padre de Mary Shelley era William Godwin. Es probable que a muchos no os suene, pero este señor fue bastante famoso en su época.
Godwin era un filósofo. Hay tanto, tanto de filosofía de época romántica en esta película que ojalá esta reseña la estuviera haciendo Stelladia. De verdad tiene tantas cosas que muchas de sus sutilezas estoy segurísima de que se me escapan.
Bueno, Godwin. Este buen señor estaba centrado en utilitarismo (el bien para el mayor número de personas posibles) y en el anarquismo. Además creó un sello editorial para niños, siendo la educación una de sus áreas de interés. Todo esto elementos que, veréis, van al dedo en la película. En cualquier caso, hoy en día, pensamos más en su primera mujer y madre de la escritora, Mary Wollstonecraft.
Mary, que de hecho heredó su apellido a su hija, fue una feminista famosa que escribió la obra Vindicación por los derechos de la mujer. Esto, de nuevo, es fundamental a la película. que parece una guía de descubrimiento.
Así que Frankenstein, feminismo y literatura para niños.
Si alguna vez habéis pensado en los cuentos clásicos os habréis dado cuenta de que funcionan como avisos para los niños. Y, sobre todo, para las niñas. Caperucita roja, Cenicienta, la Sirenita, chicas a las que se alecciona en unos valores muy específicos sobre crecimiento y sociedad.
Bella Baxter, la protagonista de Pobres Criaturas, se llama por supuesto Bella.
Y esta no es la primera vez que hablo de cómo La Bella y la Bestia se ha convertido en el cuento por excelencia de la chica milenial que lee. En la película esto se representa como parte del proceso de aprendizaje, la importancia del conocimiento. Además está el pelo negro contra su palidez a lo Blancanieves, el pelo larguísimo que podría convertirla en Rapunzel.
Bella parte desde cero y la acompañamos en el descubrimiento del mundo. Vamos a seguirla en una suerte de mofa de la costumbre del Grand Tour, el paseo de los jóvenes ricos por diferentes lugares del mundo antes de asentarse y que solía estar enfocado a los varones. Aquí la película hace una cosa interesantísima y es contrastar la belleza de ese momento, la importancia de abrir la mente al saber en un libro, contra la evidencia empírica.

Lo físico ocupa una parte fundamental de la experiencia de la película. La protagonista lo ha experimentado sobre todo como parte de lo que llamaremos su infancia y se ha ido reflejando al llegar a su pubertad en el conocimiento de su propio cuerpo, en el sexo. Y de las exigencias sociales respecto al sexo.
El sexo en la película a veces es bueno, a veces es malo. Y no siempre Bella está equipada para diferenciar. Como la propia vida, vaya. Sé que mucha gente ha criticado la película en este aspecto. Uno porque algunos no quieren ver tanto sexo en pantalla y es, sin duda, el motor principal de la narrativa. Dos porque se puede objetar, de manera sencilla, ante el tropo del descubrimiento de una misma a través de esto.
Para mí no es un problema. Es más, es un uso que en este caso estoy dispuesta a defender. A gustos colores, no se trata de que a nadie le tenga que parecer buena la película porque lo diga yo. Pero sí creo que la historia de paso de infancia a edad adulta que se quiere contar aquí lo necesita.
Porque no está hablando de manera literal de una persona. Es una reflexión sobre la sociedad y las inhibiciones. Sobre el cuerpo como generalidad, el placer como pecado y cómo hemos tomado decisiones en conjunto que guían nuestro día a día. Y sobre la frialdad científica respecto a los sentimientos viscerales.
A lo largo de Pobres Criaturas un plantel enorme de personajes va a salir a despreciar a la sociedad. A auto definirse como diferentes, rompedores. Pero todos, sin falta, se van a quedar anonadados cuando Bella, una figura aparentemente adulta y sin socializar de verdad, las rompa sin la carga moral que da conocerlas y entenderlas.
Para esto el sexo juega una parte fundamental. Es el arma principal que ocultamos debajo de la mesa.
Y ya hemos hablado de princesas, pero qué hay de los príncipes. El insulso del principio, un personaje Disney clásico, el más proactivo Mark Ruffalo que pretende estar por encima de los sentimientos y, al final, una retorcida sorpresa que tenéis que experimentar.
Mark Ruffalo en esta película está soberbio. Qué gran papel. A priori no es el actor que yo habría elegido para el personaje pero me ha sorprendido muchísimo. En general, a nivel de actuación, vaya película. No se tuerce en ningún momento y Emma Stone hace un trabajo tan inmenso que lo más absurdo resulta creíble.

Tanto es así que, incluso en los momentos más banales, aceptas la historia.
He hablado ya varias veces de depilación, estética y belleza. Y una de las cosas que más me ha sorprendido es cómo el trasfondo es que todas las cosas que pasan aquí suceden porque hay dinero. Porque es lo que da espacio a la ciencia y a la experimentación unidas a lo hermoso. Y cómo lo que estás dispuesto a hacer o no a otras personas marca una y otra vez la diferencia.
No es que sea moralista o una lectura social a detalle. No es que pretenda que saques un enseñanza. Es la ironía como expresión artística. Una ventana al mundo de lo surrealista, donde todo es posible porque solo tienes que pedirlo y hacerlo. Donde las consecuencias pueden ser revertidas.
Todo diciéndonos siempre una verdad para mí fundamental, que la comedia es una cosa muy seria.
Acepto, en cualquier caso, que la película es muy fragmentaria y que, aunque sea aposta, esto unido a su excesiva longitud puede suponer un problema. Incluso a mí, que la he amado, se me arrastró un poco en sus últimas secuencias.
En general, si no os sentís atraídos por su estética, su surrealismo y los actores no os recomiendo que os la pongáis. Vais a sufrir y eso no merece la pena. Ninguna obra es merecedora de vuestro tiempo simplemente por ser famosa. Pero si sentís que toda esta locura resuena en vosotros en algún sentido, corred y dadle una oportunidad. Yo pensaba que me iba a gustar y aún con esas me ha sorprendido para bien.

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