
Publicado por primera vez en The Illustrated Sporting and Dramatic News en 1891, este cortísimo relato de fantasmas pasaría a ser uno de los más populares del autor de Drácula. En 1914 apareció en su compilación más usual, el invitado de Drácula y otras historias de terror (Valdemar, 2012), pero en realidad puede encontrarse en todo tipo de compilaciones, la mayoría de relatos famosos de terror victorianos y eduardianos.
En teoría está inspirado en An Account of Some Strange Disturbances in Aungier Street de Joseph Sheridan Le Fanu, autor de Carmilla.
Ya no tiene derechos de autor, así que podéis encontrar la antología entera en el Proyecto Gutenberg. Desconozco si hay traducciones libres también.
La casa del juez sigue la historia de Malcolm Malcolmson, un estudiante que, además de tener un nombre muy original, busca un lugar tranquilo para prepararse un examen de matemáticas. Termina en Benchurch, una ciudad pequeña de la que nunca había oído hablar y en la que alquila una gran casa que la gente de la zona rehúye. Allí solía vivir un juez conocido por su crueldad, cuyas sentencias se aplicaban con una soga en el mismo salón que ocupa el estudiante. Por si fuera poco está llena de unas ratas especialmente ruidosas.
Os diré que lo primero que me llamó la atención de este relato fue descubrir si era una historia navideña o no, dado que se publicó en la edición festiva de la revista un cinco de diciembre. Y sí, lo es. No en el sentido Papá Noel si no en su intención de la exaltación de la fe cristiana. Malcolmson es definido como muy racional, tanto que por un lado no reconoce las señales que deberían haberle hecho marcharse y por otro no distingue, ni con pruebas empíricas, la que debería ser su verdadera arma (según Stoker), la Biblia.
Os lo cuento así y os va a parecer lleno de moralismo poco apetecible. No es el caso, es un relato bastante bueno. Aunque la intención que os he contado arriba no es en absoluto sutil la verdadera estrella de la historia son las ratas.
El coco es todo tipo de cosas ¡excepto el coco! Ratas, ratones y escarabajos (…) Las ratas son el coco, te digo, y el coco son ratas ¡y no se te ocurra pensar otra cosa!
No puedo decir mucho en este tema porque, como digo, es una historia breve y no me gustaría hacer ningún spoiler. Siendo sucinta, Stoker nos da un juego de apariencias y un pequeño misterio que, aunque podemos decir que se resuelve, deja espacio a la imaginación. No soy una persona de roedores pero en esta trama me han gustado bastante.
El relato es, además, muy teatral. Si habéis leído antes a Stoker esto no es una sorpresa, es una de sus características. Estuvo muy unido a los escenarios de su época y sus obras tienden a destacar mucho la iluminación y dar la sensación de entradas y salidas por los foros.
A la vez es un autor con el que siento que se esforzaba mucho en algunas cosas y, teniendo esas, no pulía tanto el resto. Pese a ser una historia tan corta se siente con una narrativa un poco desigual.
Como curiosidad final, en la edición por el 120 aniversario de The Swan River Press la introducción de la obra corre a cargo de Mike Mignola, el autor de Hellboy. En ella destaca la manera en la que Stoker construye la tensión y habla de los sentimientos encontrados con el final, que define como tontorrón pero cuya simpleza lo hace a la vez funcionar.
