
Las mil y una noches es una obra inmensa y compleja. De origen, datación y contenido dudosos, ha pasado sin embargo a una fama duradera y consistente. Posee, al menos en la teoría, cuentos del calado de Aladdin, Ali Baba o los viajes de Simbad.
Sin embargo no es de su primera traducción francesa o de sus famosos relatos contenidos como en una serie de muñecas rusas de lo que quiero hablar en esta entrada.
Una heroína y la sororidad van a ser el tema principal. En su formato más conocido las mil y una noches es, por encima de todo, la historia de Scheherazade y su querida hermana Dunyazad (aunque también hay mil versiones sobre la escritura de sus nombres).
Cuenta la leyenda que la primera esposa del rey Shahriar le fue infiel haciendo orgías con sus esclavos. Cuando el monarca lo descubrió mandó asesinar a todos los implicados. A continuación hizo un aún más sangriento voto: todos los días se casaría con una joven virgen, la violaría por la noche y a la mañana siguiente sería decapitada. La situación se mantuvo tres años hasta que Scheherezade, hija de un visir del rey, decidió ponerse manos a la obra para salvar a las pobres mujeres masacradas.
En contra de los deseos de su padre se ofreció como esposa virgen a Shahriar y, cuando llegó la noche, pidió poder despedirse de su hermana. Esta, ya instruida en el plan, pidió como despedida un cuento que aliviase las horas restantes de la noche. A partir de aquí se sucederían las famosas mil y una noches en las que, de manera magistral, Scheherezade hilaría cuento tras cuento para picar la curiosidad del rey y seguir viva. Para cuando ya no le quedaron más historias otros tres años más tarde, el rey se había enamorado de ella. No fue asesinada y se convirtió en reina.
Tradicionalmente, los roles de las mujeres en la ficción han sido de manipuladoras que utilizan la seducción como arma o de vírgenes castas, normalmente un poco tontas y en exceso inocentes. También está el papel de la bruja y de la partera, íntimamente relacionados.
Las mil y una noches comienza con tres mujeres fatales en la mente de dos hombres y a Scheherazade y su hermana intentan situarlas como un ejemplo de todo lo opuesto. Como unas de esas mujeres castas, puras e inocentes. En la realidad el personaje está un poco a caballo de todo esto.
Porque supiste conquistarme con las capacidades de que te ha adornado tu Creador y te he amado en mi espíritu porque encontré en ti una mujer pura, piadosa, casta, dulce, indemne de toda trapisonda, intacta en todos los sentidos, ingenua, sutil, elocuente, discreta, sonriente y prudente. ¡Ah! ¡Alah te bendiga y bendiga a tu padre y a tu madre y a tu raza y a tu origen!
Por un lado la mayor parte de las historias están imbuidas de sensualidad, igual que en parte ella misma. Es, sin duda, parte de las herramientas en la manipulación hacia Shahriar. A la vez Scheherezade es una mujer que, cuando empieza los relatos, al haber sido violada por el rey obviamente ya no es virgen.
Además es culta. Toda la trama es posible porque es una estudiosa y esto no es un pecado. Sus conocimientos (y no su belleza) le salvan la vida a ella y a incontables mujeres y la convierten en reina. No es censurada por ello, al contrario.
Su hermana Dunyazad, más pequeña, aguanta viendo las violaciones y se arriesga formando parte del plan de su hermana. Ambas son inseparables e, incluso al final del libro, se niegan a vivir en países diferentes.
Es cierto que forman parte de un ideal prácticamente imposible de alcanzar. En una sociedad en la que el acceso a la educación era para los hombres muy complicado y para las mujeres casi imposible, donde se las educa para ser hermosas y estar en silencio, sin embargo es deseable que sean muy cultas y sabias. Que no sean superficiales y que no tengan deseos sexuales pero cumplan con sus deberes maritales. Existen como contrapunto a las orgiosas féminas malvadas que han traicionado al rey, a su hermano e incluso a un ifrit que viola a una mujer antes de su boda.
Scheherazade y su hermana Dunyazad son un ejemplo maravilloso de chicas que lucharon por su propio destino y que además salvaron a cientos con sus actos. Cosa nada desdeñable. Lo hacen, además, a través de una serie de historias morales con un final que deja claro la importancia de escuchar lo que las mujeres tenemos que decir.
Las mil y una noches es, sin lugar a dudas, una de las fuentes que más ha inspirado la ficción occidental en cualquiera de sus vertientes. Desde Larry Niven a Sapkowski, pasando por el mundo de los videojuegos como la saga Final Fantasy, los Ifrits han poblado la fantasía. El mundo de la animación ha explorado sus relatos con la muy destacable Aladdin (de manos de Disney) y Green Lantern tiene el tomo de las mil y una noches esmeraldas.

En la historia The Thousand and Second Tale of Scheherezade Edgar Allan Poe cuenta, en teoría en clave de humor, un supuesto octavo viaje de Simbad. Al final de la historia el rey, molesto por lo poco creíble del relato (que está basada en sucesos coetáneos al estadounidense) decide matar a Scheherazade directamente. Esta desempoderante historia fue, curiosamente, publicada en una revista para mujeres muy famosa, llamada Godey’s Lady’s Book.
En general, a pesar de su enorme influencia, ha sido más extraña la reivindicación del papel de nuestra maravillosa heroína. De su espléndido valor y de cómo no redimió al rey, si no que salvó a cientos y cientos de mujeres y con ello a su reino entero.
Y, así, lo dejo todo preparado para hablaros de un tebeo maravilloso en la próxima entrada: las cien noches de Hero.
2 comentarios sobre “Hacia la ficción contemporánea: Scheherazade y las mil y una noches.”