Reseña: «Pantera» (Brecht Evens)

Autor: Brecht Evens
Editorial: Astiberri
Fecha de publicación original: 2018
Precio: 25€
Páginas: 128
ISBN: 978-84-16880-56-0
Traducción: Maria Rossich

Me gusta dividir las reseñas en tres secciones (qué es, cómo es, a quién puede gustarle) pero es un formato muy poco indicado para explicar esta obra. En realidad cualquiera lo es. Hablar de Pantera es una necesidad y a la vez una tarea casi imposible, en especial si intentas dedicar el texto a alguien que aún no lo ha tenido en sus manos.

Es un tebeo muy corto que se beneficia del desconocimiento absoluto del lector y a la vez es uno de los trabajos que he encontrado con más necesidad de aviso de contenido. En resumen, no le puedo recomendar Pantera a nadie sin destripársela entera pero es un trabajo sobresaliente que merece mucho la pena.

A partir de aquí va el spoiler del argumento principal, que seguiré mencionando hasta el final del texto.


Pantera es una historia sobre los abusos en la infancia.

Si miráis las biografías de varios de los grandes padres de la ficción infantil habréis visto la sombra de la pederastia que vuela sobre ellos. Esta historia tira de este hilo y lo hace muy bien.

Cristina, la protagonista, es una niña pequeña que vive con su padre. Su madre no está y pocas escenas después (el libro no tiene viñetas como tales) vemos cómo va aumentando ese aislamiento, remarcado además por lo persistente del mismo escenario que es la casa y, en especial, la habitación de la niña.

Sabemos que sale, que hay cosas que pasan fuera de cámara, que los días y las noches se suceden, pero el ambiente es invariable. En este contexto aparece la misteriosa Pantera, una suerte de amigo imaginario capaz de hacer cualquier cosa y de contar cualquier mentira para ganarse la confianza de Cristinita. Su principal reclamo son cuentos de un mundo extraño, allí él es príncipe y todo sucede de acuerdo a los deseos de la niña. Nada es una verdad inamovible si eso puedo disgustarla.

Como podéis ver, tanto la portada como el interior hacen gala de un arte impresionante, colorido y llamativo. Donde ningún trozo es igual que el anterior y la Pantera puede ser cualquier cosa según convenga. Esto es lo que Cristina absorbe de su nuevo amigo, no solo la compañía, también el cambio, la exaltación, el deseo de ser especial y querido. El cómic sigue al dedillo el proceso estándar de una Alicia en el País de las Maravillas pero el elemento siniestro y perturbador, la sensación de que algo no es como debería, sigue creciendo a medida que avanzas la lectura.

Una de sus particularidades es como decía esa especie de encierro. Cristina nunca puede viajar a Panterlandia porque Panterlandia, por supuesto, no existe. Es un cuento, un deseo. Así que su habitación, en su mente, empieza a convertirse en el lugar. Se mimetiza con la pantera. Esto es uno de los toques maestros de la historia porque al final de Alicia o de Peter Pan los protagonistas vuelven a casa y comienza el rito de paso hacia la edad adulta. Este nunca puede ser el caso de Cristina, no tiene ningún sitio al que volver y avanzar. Ya está en el lugar donde debería sentirse más segura del universo.

De verdad no creo que pueda hacer justicia a lo bien narrado que está Pantera y lo espectacular de su apartado gráfico. Es desagradable hasta la nausea y por momentos te pone los pelos de punta, dejándote un nudo en la garganta y una desazón dolorosa pero merece la pena. Es algo de lo que como sociedad tenemos que hablar y aquí está muy bien hecho, redondo en todos sus aspectos.

La edición también está a la altura. La traducción no te saca nunca del texto y no puedo ni imaginarme cómo tuvo que ser la maquetación de un tebeo tan particular.

No tengo ninguna queja excepto porque el mundo a menudo es un lugar horrible.

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