«El problema de los tres cuerpos»: prólogo a la reseña

Cuando empecé a leer El problema de los tres cuerpos hice una broma en Twitter sobre la polémica de los Hugo y la censura en China. El inicio de la novela, con un grupo de adolescentes torturando a profesores universitarios, esperando que reconozcan su traicion a la patria por defender teorías científicas largamente aceptadas, daba para la tontería.

Pero hasta ahí. Porque la realidad, como no podía ser de otra manera, es mucho más compleja que pensar si Cixin Liu es crítico con su gobierno y si eso puede significar que la ficción China, a la que el público occidental medio no está tan acostumbrado, puede ser diferente a como imaginamos.

¿Habéis escuchado hablar de los Uigures? China niega todo, pero las evidencias parecen indicar unos campos de concentración monstruosos y apuntan al genocidio de esta población musulmana.

No tiene nada que ver de manera específica con la novela, pero dejadme que desgrane todo esto en una de estas entradas pesadas que me da por hacer.

En 2019 la periodista Jiayang Fan entrevistó a Cixin Liu para The New Yorker. A él no le gusta hablar de política, ella pregunta de todas formas aprovechando el ambiente distendido. Y si lo leéis, bueno. Quizá cuando empieza a alabar la ley del hijo único todavía no estáis levantando la ceja.

Pero claro, entonces llegan los Uigures. Fan dice que cita al dedillo la propaganda del país cuando responde:

¿Preferirías que dejaran cadáveres destrozados en estaciones de tren y atentados terroristas en colegios? A todo caso, el gobierno está ayudando a su economía y tratando de sacarlos de la pobreza.

Y sigue la entrevista. Con él contándonos que sea como sea esto, la libertad individual o gubernamental, no es lo que preocupa a la persona media. Que es el precio de la sanidad, casas o la educación de tus hijos lo que importa. No la democracia.

Por otro lado, añade, si China se volviese una democracia el país caería en el caos. Nadie podría actuar mejor que Xi Jinpin en su lugar. Y si este mal fuese a caer sobre su país él emigraría corriendo a Estados Unidos o Europa.

Le dice a la periodista que, dada la cantidad de años que lleva en Estados Unidos, ella no puede entenderlo.

Entonces llegan las preguntas obvias ¿Piensa en serio lo que está diciendo? ¿Lo dice porque no se siente seguro diciendo otra cosa? E incluso en ese caso ¿podría haber dado una respuesta más comedida?

En vista de estos comentarios, cinco senadores estadounidenses escribieron una carta a Netflix pidiéndoles que no hicieran la serie. Que no apoyasen a un autor que defendía tales atrocidades.

Esos cinco senadores eran Republicanos. Sí, sí, esos que llaman a cualquiera que se queja de algo por motivos morales woke y que si libertad de expresión, que si guerra de Irak, y todo lo demás. La señora que los lideraba, Marsha Blackburn, estaba hoy mismo hablando de los estudiantes universitarios que se han manifestado a favor de Palestina como personas que promueven el terrorismo a favor de Hamas.

Donald Trump llegó, incluso, a firmar un acta (Uyghur Human Rights Policy Act of 2020) que buscaba conseguir reportes en el Congreso sobre la situación.

Está claro que estaban preocupadísimos por el bienestar de estas personas.

Ejem.

Es fácil ver la paja en el ojo ajeno. A la vez, también lo es caer en el cinismo y en la equidistancia. Que dos cosas estén mal no hace que poniéndolas juntas estén menos mal. Estados Unidos no pone en perspectiva a China. No pienso que Europa no haga estas cosas.

Lo importante aquí, a lo que quiero ir, es a la percepción que como lectores occidentales medios, que no tenemos una cultura inmensa sobre China y de la que recibimos información muy específica, podemos sacar de la novela.

Aunque hubo parte del concepto científico del libro que me encantó, a mí lo que me enamoró de las primeras partes de la historia fue el apartado social, la mezcla con el misterio y el tener algo tan peculiar entre manos. El querer saber qué había más allá de las páginas.

Todo esto para decir: yo quería escribir una reseña sobre política, el papel de China antes y ahora en el mundo y sobre ciencia y ciencia ficción. Pero en cuanto empecé a prepararla me di cuenta de que hacerla bien era una tarea imposible.

No estoy equipada para reconocer el objetivo de la historia. En especial, cuando llegué al artículo de Michael O’Krent en Reactor Magazine sobre La Ciencia Ficción como el lenguaje Chino de lo sueños, me di cuenta de que ninguna cantidad de contexto, en frío, me iba a dar el entendimiento que estaba buscando.

Honestamente, jamás me habría imaginado que este libro fuese patriota porque plantease a China como un factor relevante en política internacional. Para mí China es indudablemente un actor de relevancia en todo lo que pasa en el mundo. No lo veía como un detalle, como algo a celebrar o discutir. Me parecía un hecho que ante eventos como los que se plantean aquí tendrían algo que ver.

También leer las reflexiones sobre sus otras historias, sobre su opinión de lo que pasó en Tiananmen y cómo lo ha reflejado, o comentarios en internet diciendo que opinaba que su trabajo, y la cifi en general, no eran políticos me descolocaron completamente. Me siento como si existieran varios Cixin Liu y una capa de desconocimiento cultural, de barreras de libertad de expresión y de concepciones sociales sobre hablar de política, me impidieran ver cómo se unen.

No es que esperase buscar cosas y que todo fuera A, B o C. Tampoco pensaba que su libro fuese en sí crítico con el gobierno Chino. Creo que lo que esperaba era una mezcla de silencio con misoginia, artículos sobre cómo el libro era ambiguo por cuestiones de traducción, ese tipo de línea.

Creo que lo que más me impactó es la manera tan casual en la que descarta la experiencia de su entrevistadora, Jiayang Fan, por la cantidad de años que lleva fuera del país. Cómo él mismo subraya esa barrera que yo no he sabido derribar.

Aún así he decidido escribir la reseña. Que no sepa cómo se unen estos fragmentos de separación cultural, por supuesto, no invalida mis sentimientos sobre la obra. Es un trabajo íntimo y subjetivo que, al final del día, solo trata sobre mí. Una vez publicada la novela está en el lector darle un significado. Es la magia del arte.

Pero, a la vez, creo que es muy importante reconocer que no estoy preparada para entender el objetivo de El problema de los tres cuerpos. Que hay que acercarse con humildad a este tipo de análisis y no empecinarse en una dirección u otra. El mundo es amplio y en todos los años que existamos en él no vamos a dejar de aprender y de perdernos en la traducción.

La reseña de El problema de los tres cuerpos podéis leerla aquí.

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