Reseña: «Entrevista con el vampiro» (Anne Rice)

  • Autor: Anne Rice
  • Editorial: B de Bolsillo (ediciones B)
  • Fecha de publicación original: 1976
  • Precio: 9’95€
  • Páginas: 384
  • ISBN:  978-8490707838
  • Traducción: Marcelo Covian Fasce
  • Colección: Crónicas vampíricas (1/12)

No te enamores tanto de la noche como para perder tu camino.

El cinco de mayo de 1976 se publicaba el libro que cambiaría el panorama de la ficción vampírica para siempre: entrevista con el vampiro.

No es que ofreciese algo completamente novedoso, por ejemplo un par de años antes ya se había empezado a publicar en el otro extremo del mundo el clan de los Poe, de Moto Hagio, pero Rice fue quien se hizo con el trono de la fama internacional y pavimentó el camino de la nueva ficción gótica escrita por mujeres.

Si buscáis una lista de novelas de vampiros podréis observar que su publicación se divide en dos corrientes. Una es cuando se pone de moda utilizarlos como criaturas salvajes y la otra el prototipo de noble adinerado sin escrúpulos que popularizó Polidori. Anne Rice optó por esta última y perfeccionó los matices y giros que hoy encontramos más a menudo en el género.

La piedra angular pretendía ser Louis de Pointe du Lac, un vampiro obsesionado con la búsqueda de dios y el seguimiento de una vida moral. Aquí uno de los trazos de maestría de Rice fue no delimitar al personaje por lo que un humano consideraría bueno, si no medirle con unos estándares aplicables a lo sobrenatural. Louis no es una persona más intentando ser bondadosa, es una criatura de muchos años con una concepción del mundo formada a través de unas experiencias diferentes.

La gente que deja de creer en Dios o en la bondad sigue creyendo en el mal.

Sin embargo, aunque Louis es muy llamativo por sí solo, las dos estrellas de la historia resultaron ser los secundarios.

Por un lado está el famosísimo Lestat de Lincourt. No solo es el favorito de los fans, también de la autora, que de hecho después de esta novela centraría todos los libros de las crónicas en él. Es uno de esos personajes que, aunque puedes definir, siempre vas a quedarte corta. Es histriónico, dramático, aterrador, en ocasiones tira hacia el patetismo y siempre está rodeado de un aura carismática y misteriosa. Su brújula moral parece haber sido alterada por elementos aún ajenos a la historia en esta primera novela y la manera en la que navega el vampirismo resulta magnética para el lector.

Su relación con Louis ha hecho correr ríos de tinta en los que no voy a ahondar de momento por no hacer spoilers. Baste decir por ahora que nunca funcionan tan bien como cuando aparecen juntos y que el lector llega a percibir muchas cosas que el narrador no parece capaz de ver. Esto otorga a la novela, que es autoconclusiva aunque las crónicas sean larguísimas, la sensación constante de que te falta algo. Y lo digo en un buen sentido.

Ser un vampiro para él significaba venganza. Venganza contra la propia vida.

Por otro está Claudia. En 1972, cuatro años antes de que apareciese la novela, la hija de la autora fallecía de leucemia con solo cinco años. Todo en entrevista con el vampiro gira en torno a esta desoladora experiencia y a la educación cristiana que había recibido Rice, pero nada lo hace tanto como el personaje de la niña inmortal. No es la primera pequeña vampírica de la historia, de hecho la propia Moto Hagio antes mencionada creó un personaje muy similar, pero sí es, en mi opinión, la más interesante.

Cuando hablamos de personajes infantiles en literatura casi todo está guiado por la idea de Alicia y de Peter Pan. Claudia les hace de contrapunto oscuro. Si las historias antes mencionadas tratan el paso a la edad adulta, Anne Rice se recrea en ese momento específico de lo que, para una niña técnicamente muerta, nunca puede ser. Es descorazonador y está escrito de una manera soberbia.

También hay otros personajes interesantes en la novela, de los cuales Armand y su teatro de los vampiros son los más destacables. De nuevo, igual que con la presentación de Louis, aquí la autora hace un trabajo maravilloso en describir a estas figuras que, aunque en cuerpos humanos no son como nosotros.

La representación del amor y de un tipo de sensualidad que no abarca lo que solemos considerar como sexual ayuda mucho a estos aspectos de la historia.

La ambientación de entrevista es también espléndida. Por momentos puedes sentir el calor y la vida de Nueva Orleans, la exquisitez de París o el frío y la humedad de Europa del Este. Anne Rice ha asegurado en varias entrevistas no haber hecho una gran investigación de los mitos vampíricos antes de su novela, pero es capaz de conjugar todos sus elementos principales en una historia redonda.

Dios mata y nosotros también.

Tiene una manera de escribir densa y onírica, existencialista. Soy una lectora impaciente y este no suele ser mi tipo favorito de narrativa pero me es imposible no caer en su mundo oscuro, lleno de luto y de estancamiento. Toda la novela habla de aquello que no dejamos ir, de cómo el tiempo pasa y puede parecer eterno, todo cambia a nuestro alrededor y a veces nosotros no somos capaces de evolucionar con ello.

Entrevista con el vampiro es un libro muy triste. Ha supuesto para mí embarcarme en muchos sentimientos difíciles y desagradables y, a la vez, no poder despegar la nariz del libro. La primera vez que lo leí, en la adolescencia, quedé prendada del ambiente, de la música clásica, del teatro y de la elegancia. La segunda vez me he enamorado de la desesperanza que desprende, de la escritura de Rice y del soberbio retrato que hace del luto.

Y ahora ¿todavía quieres la entrevista?

Puntuación: 5 de 5.

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